domingo, 13 de junio de 2010

6/11/93 12.08 h.



Me siento envenenado esta noche, meado encima, usado, desgastado hasta el forro. No es solamente la vejez, aunque pueda tener algo que ver. Creo que la multitud, esa multitud, la Humanidad, que siempre me ha resultado difícil de soportar, está ganando finalmente la partida. Creo que el gran problema es que para ellos todo es una repetición de la jugada. No tienen frescura. Ni el más pequeño de los milagros. Se arrastran hacia adelante y me pasan por encima. Si tan sólo, por un día, viera a UNA persona hacer o decir algo que se saliera de lo habitual, me ayudaría a sobrellevar las cosas. Pero están rancios, llenos de mugre. No hay la más mínima elevación. Ojos, orejas, piernas, voces, pero... nada. Se coagulan dentro de sí mismos, se engañan para ir tirando, fingiendo estar vivos.


Era mejor cuando era joven, y aún seguía buscando. Merodeaba por las calles de la noche, buscando, buscando...; alternando, peleándome, buscando... No encontré nada. Pero el cuadro completo, la nada, todavía no se habían perfilado. Nunca encontré realmente a un amigo. En cuanto a las mujeres, había esperanza cuando conocía a una nueva, pero sólo al principio. Desde muy joven lo entendí, dejé de buscar a la Chica de Ensueño; sólo quería una que no fuera una pesadilla.

Con la gente, sólo encontré a los vivos que ahora estaban muertos; en los libros, en la música clásica. Pero eso me ayudó, durante un tiempo. Pero no había más que un número limitado de libros estimulantes y mágicos, y luego se acababa. La música clásica era mi principal refugio. Escuchaba la mayor parte de ella en la radio, y sigo haciéndolo. Y nunca deja de sorprenderme, incluso ahora, cuando oigo algo fuerte y nuevo que no había oído antes, y ocurre bastante a menudo. Mientras escribo esto estoy escuchando en la radio algo que no había oído hasta ahora. Me regalo con cada nota como un hombre hambriento de una nueva oleada de sangre y significado, y ahí está. Toda esta masa de música sublime, siglos y siglos de música, me deja completamente maravillado. Debe de ser que una vez vivieron muchos grandes espíritus. No me lo acabo de explicar, pero es mi gran suerte en la vida, tener esto, sentir esto, alimentarme de ello y celebrarlo. Nunca escribo nada sin la radio puesta, con música clásica sintonizada; siempre ha sido parte de mi trabajo, escuchar esta música mientras escribo. Quizá, algún día, alguien me explique por qué una parte tan grande de la energía del Milagro se encuentra en la música clásica. Dudo que alguien me lo diga alguna vez. Siempre tendré que preguntármelo. ¿Por qué, por qué, por qué no hay más libros que tengan ese poder? ¿Qué les pasa a los escritores? ¿Por qué hay tan pocos buenos?

viernes, 11 de junio de 2010


..."el cielo queda tan lejos... y el infierno es un open 24 que tiene sucursales en todas partes"...