El celular suena, suena y suena. Murió Kirchrner. Me estas jodiendo. Pone la tele, recién murió, posta!. Es miércoles 27 de octubre, pero me siento como si fuera un domingo.
Hace días ronda en mí la idea de escribir sobre la muerte. Como un fantasma aparece en el tren, en el laburo, en el café, en la facu y hasta en la ducha. No paro de pensar en la frase que Sarter escribió en la Nausea, “Cada días nos parecemos mas al cadáver que vamos hacer”.
En una semana dos muertes. En una semana se llena dos veces la plaza.
Este no es un texto político, ni literario. Es solo un intento de liberarme de este desasosiego causado ante los hechos ocurridos.
El joven Ferreyra muerto por unos canallas. A Kirchner el corazón le dijo basta.
El jueves pasado, la plaza se lleno de jóvenes. Caras que pasaban de la bronca a la desolación. Se cantaba, pero también se estaba en silencio, con la mirada perdida, quizás buscando alguna respuesta. Un joven, un compañero, asesinado por unos miserable.
Vuelvo a casa, tengo ganas de escribir, pero no sé porque no lo hago.
Hoy la plaza está llena de nuevo. Mañana, jueves, también la plaza se va a llenar. Otros rostros. Tal vez no haya bronca. Pero si cantos y tristeza. Kirchner, el hombre que parecía no estar quieto nunca, murió. Algunos lo lloran. Yo no lloro.
Otros, en otro lado, festejan. Me pregunto que festeja. No encuentro respuestas. Murió ante todo un hombre y si bien la muerte no nos exculpa de nuestros errores, tampoco nunca la muerte puede ser festejada. Nunca el odio más visceral a una persona puede transformarse en alegría ante su muerte. Personalmente, coincidiendo Bayer, me reservo mi repudio más visceral “para los verdaderos enemigos de la humanidad, esos que hacen posible que mientras se mueren millones de niños de hambre se gasten en armas las mejores reservas de los pueblos, a esos por fabricar artículos superfluos en pos de la egoísta ganancia personal han envenenando ecológicamente el futuro de las próximas generaciones y dividido al mundo entre desarrollados y subdesarrollados”.
Este no es un texto político, ni literario. Es solo un intento… y quizás cada día nos parecemos mas al hombre que van a recordar.
Dos hombres han muerto. Dos hombres son llorados. Yo no lloro. Busco respuestas ante la muerte. Solo encuentro más dudas y una sola certeza.
Ante la muerte, las palabras no alcanzas para expresar lo que siento. Tal vez, quizás, ante ella, el lenguaje de los abrazos, las palmadas, las miras y el silencio compartido, sea una mejor forma de expresarse.